"Los premios vienen bien, pero son como el amor, que no se busca. Vienen bien, pero nunca sabes cuando llegan"
Kirmen Uribe (Bilbao, 1970) recitó en la calle sus poemas antes de reunirlos en Bitartean heldu eskutik, el poemario que en 2001 le procuró sus primeros premios y la vitola de revelación de la literatura euskaldún. Posteriormente, textos para público infantil y juvenil, colaboraciones periodísticas y proyectos musicales precedieron a su primera novela, Bilbao-New York-Bilbao, que hoy mismo le ha procurado el Premio Nacional de Narrativa. Aunque se publicó hace un año, el escritor empezó a documentarse y a redactarla en 2002, y en ella apuesta por la autoficción para comparar las circunstancias de tres generaciones de vascos con la excusa de un vuelo transoceánico.
No has querido estrenarse con una novela convencional.
No. Después del recorrido que ha tenido el libro de poemas Mientras tanto cógeme la mano (Bitartean heldu eskutik), no quería contar una serie de hechos que obedecen a una relación causa efecto.
El vuelo es la excusa para contar muchas historias.
Sí, empezando por el proceso de escritura de la propia novela y las dudas del escritor. También se cuenta la historia de tres generaciones. Primero la de mi abuelo, que es la de la preguerra, donde aparecen Aurelio Arteta, Ricardo Bastida y los hermanos Zubiarre, una generación de artistas que tenían una forma de ser muy liberal e, idiológicamente, muy transversal a la vez. Eso se contrasta con los años del Franquismo, los años de mis padres, del mundo del trabajo, de la pesca industrial en Escocia. Y luego llega nuestra generación, que está retratada en el propio vuelo. Veo a mi generación en un no lugar, dentro de un avión; sabemos de dónde procedemos, pero no sabemos muy bien qué va a pasar después.
¿Es un libro confesional?
Sí, pero yo mismo hago trampas. El recurso es la autoficción, que es muy diferente de la autobiografía, donde el autor trata siempre de contar la verdad. En la autoficción se hace ficción con uno mismo. Es lo que hacen (Enrique) Vila-Matas, (Juan José) Millás, (Javier) Cercas, (Javier) Marias y un montón de autores que conocí en Estados Unidos. De alguna manera, la novela es una crítica a la ficción.
El hilo conductor es un mural de Aurelio Arteta, Erromerian.
Sí, es uno de ellos. En esta novela aparecen muchos hilos invisibles que aparecen y desaparecen, pero que estructuran la propia novela. Yo veo la vida como una cosa muy plural. El cuadro de Arteta es un mural de 1922 en el que aparecen dos mundos, se ve el contraste entre cómo vestían las campesinos y las chicas de ciudad, un contraste que para los críticos de arte lo convierte en una pintura muy erótica. Yo recurro a él porque la novela participa de ese espíritu de contar de dónde venimos, hablar del pasado, de cómo era la sociedad vasca hace 50 ó 80 años, y del mundo de hoy en día. Ese cuadro lo retrata todo.
Tienes una relación especial con Nueva York.
Sí, desde 2003 voy todos los años. Me abre mucho la mente. Cuando voy a allí descanso, me siento muy libre y tengo muchos estímulos para volver a escribir, para crear.
¿Son parecidos los mecanismos para escribir un poemario y una novela?
No. Si algo define al poema en nuestro tiempo, es el dominio del lenguaje y su concreción, el utilizar las palabras justas. Y en la novela hay otros ritmos, hay subidas y bajadas, es como escribir una sinfonía. Es superfuerte decirlo así, pero a mí la poesía me ha cambiado la vida, y no pienso abandonarla.
¿El pluriempleo es imprescindible para vivir de las letras en Euskadi?
La literatura ha cambiado mucho en 20 años. Antes la gente escribía un libro y se quedaba en casa. Ahora hay que defender ese libro. Yo veo que hay que hacer lecturas y recitales con músicos, colaborar con artistas plásticos, hacer vídeopoemas y meterlos en Internet.
La traducción es también cada vez más importante.
Sí. Yo no escribo para mi propia tradición, escribo para un lector amplio, que puede vivir en cualquier sitio del mundo. Los referentes son siempre universales, aunque hable de un pueblo pequeñito de la costa vasca. Los autores vamos a ir cada vez más a traducirnos a otras lenguas, a salir y a entrar en contacto con escritores de fuera. Hace 20 años los escritores se juntaban en la Plaza Nueva de Bilbao y hablaban, pero ahora por Internet puedes entablar relación con cualquier escritor, compartir tus inquietudes y tu punto de vista literario. Viajar es muy enriquecedor, y ahora los grupos literarios se hacen por Internet.
¿Un premio es el mejor impulso para un libro?
Los premios vienen bien, pero son como el amor, que no se busca. Vienen bien, pero nunca sabes cuando llegan.
Ya está cerca otra edición de la Feria de Durango. ¿Qué importancia tiene para los escritores vascos?
Mucha. La pena es que quedan muchos libros en segundo plano, pero creo que Durango es, sobre todo, un punto de encuentro. Es algo muy pop, porque los lectores van a comprar libros y discos, hablan entre ellos, y hablan con los escritores y los músicos. En ese sentido, me encanta.
Se te tiene por ondarrés, aunque naciste en Bilbao.
Sí, pero me llevaron con tres días a Ondarroa. Si pones que nací en Bilbao, mi madre se enfadará.
Por cierto, en el libro anticipabas la victoria de Obama. Te la jugaste.
Sí, el viaje de la novela transcurre el pasado noviembre, y me adelanté a los acontecimientos. Ahora pienso que, literariamente, hubiera sido muy bonito que hubiera ganado McCain y en el libro apareciera que ganó Obama. Aunque en todos los demás sentidos hubiera sido un desastre, ja, ja, ja.
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