
"En los últimos tiempos mi tendencia a la hora de hacer canciones ha sido la de intentar que se sostuvieran con lo mínimo posible, que no dependieran de complicados arreglos o un determinado volumen. Vamos, que convencieran cantadas con el único acompañamiento de una guitarra acústica. Parte de esas canciones luego se electrificaron y acabaron en GT de Los Deltonos. Las demás acabaron en un cajón. Hubo más canciones, y también fueron al cajón. Cuando el cajón empezó a desbordarse lo tomé como señal de que quizás fuera hora de sacar un nuevo disco y volví a tocarlas.
Entonces sucedió algo curioso. Un buen puñado de ellas me hicieron recordar cosas que hacía años que no escuchaba, como los Kentucky Colonels, o los Dillards, o Dillard and Clark, o Poco, o Ricky Skaggs, o Joe Ely, o Kris Kristofferson; y darme cuenta de cuánto de mi tiempo lo paso escuchando continuamente a Jim Lauderdale, Charlie Rich, las maquetas de Chris Knight, Gurf Morlix, Slaid Cleaves, Townes Van Zandt, Steep Canyon Rangers, Chatham County Line o Wayne Hancock; y llegar a la conclusión de que mis discos favoritos de Steve Earle son los acústicos Train a comin y The Mountain.
Ese grupo de canciones pedía pues guitarras acústicas, mandolinas, dobros, banjos, etc. E incluso eso en dosis mínimas, lo que las alejaba de las coordenadas, incluso las menos rígidas, en las que Los Deltonos se mueven con naturalidad. Eso, y el reto pendiente de plantarme ante la audiencia con nada más que las canciones y la guitarra acústica para defenderme, me hicieron tomar la decisión de emprender éste camino paralelo (insisto, paralelo) a Los Deltonos. Me atrae además el hecho de que el peso en éste caso esté menos en el virtuosismo instrumental que en la canción como historia y sensación, y que quizás (insisto, quizás) merezca la pena detenerse a escuchar la letra para ver cómo acaba el protagonista.

P.D. ¿y que pasó con las demás canciones?, pues Los Deltonos les están sacando brillo...".
No hay comentarios:
Publicar un comentario